martes, 22 de septiembre de 2015

SI OS HABLO DE LOCURA


   Cuando estamos inquietos por algo que va a ocurrir, sobre todo por el resultado de un proyecto, de un acontecimiento, a menudo desperdiciamos la existencia suponiendo todo tipo de posibilidades, una infinidad de “si”, cualquier eventualidad, como si quisiéramos prever consecuencias, reacciones, efectos colaterales. ¡Pérdida absoluta de tiempo!
   Cualquiera que sea la cuestión, el problema, la situación, se nos escapan inevitablemente elementos, a menudo banales, que determinan el desenlace.
   De chavalita me gustaba hacer planes, soñar con los ojos abiertos y me divertía haciendo conjeturas: “Si hago esto, podría suceder esto, esto otro o lo de más allá”, me decía. Y  proseguía: “Si luego se cumple alguna de las hipótesis, entonces pensaré que había pensado ya en ello, lo había previsto. Es más, que había pensado incluso en el hecho de haberlo pensado antes”. Y seguía y seguía hasta agotar todos los tiempos verbales y hasta casi enloquecer. “¡Basta, basta! -me decía-. Si persisto en estas cavilaciones moriré, no dejaré alternativa alguna a la vida ni a la casualidad”. Me asustaba y entonces abandonándome a consideraciones más ligeras, recobraba la calma.
   A este tipo de juicios les había adjudicado incluso una denominación: “Pensamientos en perspectiva o de espejo en el espejo” porque se multiplicaban hasta el infinito como un espejo frente a otro.
 
   Sin embargo, aunque hubiese calculado tantísimas opciones, llegado el momento, el hecho se desarrollaba siempre de forma totalmente imprevista y esto, lejos de enojarme, me alentaba, me quitaba un gran peso de encima, el peso del control absoluto sobre la vida y no pocas veces la sorpresa además resultaba grata.
   Era una práctica agotadora que me sirvió, no obstante, para determinar mi carácter. Abandoné para siempre los “si hiciera” y en especial los “si hubiese hecho”. Desde entonces pienso, reflexiono y luego me abandono entre los brazos de la Fortuna, esperando que sea siempre para bien. Y casi siempre va todo viento en popa.
   Cuando, por el contrario, las cosas salen al revés, acepto sumisa la derrota porque sé que de otra manera me volvería soberbia y vanidosa.     
   Ahora bien, hay dos “si” que me he guardado en el corazón: “Si quieres” y “Si” de Rudyard Kipling.     
 
 

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