jueves, 15 de febrero de 2018

QUERER QUERER

La noche del 14 de febrero para celebrar San Valentín fui al cine con una amiga. Previamente  cenamos y charlamos de temas profundos muy acordes con la fecha. Mi amiga se quejaba de que nos habían engañado: nos habían asegurado que el amor era para toda la vida.
Yo no recuerdo que nadie me lo asegurase, que me jurase que el amor era eterno; ni en mi boda siquiera me amenazaron con esa frase tan peliculera de "hasta que la muerte os separe".
A mí lo que si me enseñaron es que había que trabajar, que tener un porvenir, fueras hombre o mujer y si eras mujer con mayor razón. En mi casa era más importante "ser una persona de provecho"  que casarse. Jamás me planteé que se pudiera vivir sin trabajar. Y de hecho los hermanos empezamos a trabajar pronto y amamos siempre nuestro trabajo.
Del amor al trabajo se habla poco pero ese es otro tema.

Del amor amor, el del corazón y de las vísceras,  no se termina nunca de hablar.
Lo que nos mata a mi amiga y a mí, es que ese "para toda la vida" es el caso de nuestros padres, eternos enamorados por encima de cualquier vicisitud. Cuando tienes una referencia de este calibre, cuando el listón está tan alto, el vértigo está asegurado y si hay caída, el golpe es casi mortal.
Hay personas que quieren mucho. Nos decía una profesora de literatura de bachillerato que no se debía decir "te quiero mucho" porque eso suponía cuantificar el amor y que un día pudiera varíar la dosis ; "se quiere o no se quiere", nos decía.
En español raramente se usaba el verbo amar, se dejaba más bien para las radio o telenovelas. El verbo del Amor es el verbo querer, que implica además la voluntad de sentirlo: Te quiero porque yo quiero, incluso cuando es algo involuntario.
Cuando se quiere de verdad, se quiere con el corazón y la mente, queriendo querer. Y este grado de compromiso, el de querer querer, es difícil que se vea correspondido con igual generosidad.
Cuando se quiere querer, se quiere con gran intensidad a la pareja, a los amigos, a los padres, hijos y hermanos, a la familia en general. Y ese querer es inagotable. El amor de verdad se multiplica, nunca se resta, nunca se quiere a alguien en detrimento de nadie.
Cuando se quiere de esta forma, la dicha es inmensa pero el sufrimiento está también garantizado. Es invisible el hilo que separa las dos sensaciones como es invisible el hilo entre la cordura y la enajenación.
Esta fue la conclusión de la tertulia cinematográfica que mantuvimos mi amiga y yo a la salida del cine. Solo al final de la película entendimos la razón de ser del título "El hilo invisible", ese hilo que oculta secretos en las entretelas, en los entresijos de las relaciones; ese hilo del que nadie sabe nada.

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